IGLESIA DEL NAZARENO |
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UNA LECCIÓN PARA APRENDER |
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EL AVARO DE MARSELLA
La ciudad de Marsella y sus alrededores, en el sur de Francia, llegó a tener renombre por sus hermosos jardines, pero Marsella no fue siempre así. En un tiempo fue una región árida ya que la zona propiamente tal no tiene manantiales de agua aprovechables, de modo que la provisión de agua para la ciudad fluye a través de un canal desde el río Durance, distante unos 130 kilómetros. Este canal fue construido allá por el año 1837. Mucho antes de esa época, vivió en la ciudad un hombre de apellido Guizon. Estaba constantemente ocupado y tenía el persistente afán de ahorrar dinero, tanto en su vestimenta como en su comida. Su ropa la hacía durar mucho tiempo. Su alimentación era más sencilla y económica. Vivía solo y se negaba los lujos y aun las más elementales comodidades que cualquier ciudadano modesto desea gozar. Se le conocía en todo Marsella como avaro y, aunque era honrado en todos sus negocios y fiel en el cumplimiento de sus obligaciones, fue menospreciado por todos. Al verlo pasar por las calles, pobremente vestido, los muchachos lo seguían gritándole:"¡Allí va viejo avaro!", "¡Como te va, viejo tacaño!", etc. Pero él seguía su camino sin hacer caso de los insultos, mostrando cortesía y afecto a todos. Día tras día, año tras año, en sus viajes de ida y de regreso al trabajo, este hombre pobre y sin amigos fue saludado de esa manera. Por fin, con el pelo canoso, con sus espaldas curvadas por los años y el trabajo incesante, falleció Guizon con más de 80 años a cuestas. Solo entonces se descubrió que había amasado en oro y plata una fortuna equivalente a 200 mil dólares. Al abrir su testamento pudieron leer el siguiente párrafo: "En un tiempo yo fui pobre y me di cuenta que la gente de Marsella sufría muchísimo por la falta de agua potable. No habiendo tenido familia, he dedicado mi vida a la tarea de ahorrar una suma de dinero suficiente para construir un acueducto a fin de proveer agua pura para los pobres de la ciudad, de modo que el más miserable pueda tener cuanta quiera". Sin amigos, despreciado, solo, vivió y murió a fin de realizar este noble proyecto a favor de aquellos que no lo habían comprendido y lo habían maltratado con sus injurias y burlas. Hubo otro hombre en una tierra oriental que también fue mal comprendido, "despreciado y desechado de los hombres". También su vida fue una pobreza voluntaria, pobreza tan extremada que no tenia donde reclinar su cabeza. Porque ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos". 2º Corintios 8:9. Sin embargo, fue tal la mala voluntad de la gente en contra de ese hombre manso y humilde que pidieron su muerte, gritando: "¡Crucifícale!" "¡Crucifícale!". Aunque tenía poder de sobra para haberse librado, este hombre se negó a usarlo, entregándose a la voluntad de ellos y fue tomado por manos inicuas, crucificado y muerto. Mientras pendía de la cruz, aquellos que lo veían se burlaban de Él. "Fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación". Romanos 4:25. El testamento de Guizon proveyó de agua a todos los pobres de Marsella; pero el Señor Jesucristo, mediante su muerte y resurrección, ha provisto para cada hombre, mujer y niño de la raza de Adán que quiera venir a Él y beber, un caudal de agua de vida que no fallara nunca hasta la eternidad. La abnegación de Guizon no se puede comparar con el precio infinito pagado por el Señor Jesús. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se aparto por su camino: mas Jehová (Dios) cargó en Él el pecado de todos nosotros. Isaías 53:6. Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El. 2º Corintios 5:21. A todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Juan 1:12.
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